El Intermediario

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Supongo, amigo lector, que en alguna fase de tu existencia has podido desarrollar deseos o anhelos que lamentablemente han resultado insatisfechos. Obviamente, me responderás. ¿A quién no le ha ocurrido? Sin duda estás en lo cierto . Cada uno de nosotros ha compartido esa sensación de impotencia o de frustración, al no poder alcanzar su objetivo.

Solo quiero decirte que eso no tiene porqué volver a ocurrir.

Sé que puede sonar pretencioso, utópico e incluso absurdo, aseverar que existe una vía, una manera de resolver los múltiples inconvenientes que nos separan de nuestras querencias. A mí mismo, impulsor de la metodología, me fascina la facilidad en la que somos capaces de proponer una manera segura y cierta para alcanzar todos nuestros deseos. Hacemos un gran trabajo, es cierto, pero a través de un sistema que no tiene especial dificultad técnica.

Aunque en el sector de la consultoría, la regla fundamental es decirle al cliente qué es lo que vas a hacer, pero nunca cómo lo harás, no tengo excesivas reticencias a la hora de explicar nuestro método. Entre otras cosas, porque es enormemente sencillo, y porque es muy difícil de copiar, ya que se basa en la existencia de un profesional muy especial, con unas caracteristicas tan particulares, que se hace muy complejo que su tarea sea replicable por otro. Esa es nuestra clave: Tenemos un intermediario que consigue que accedamos a cualquiera de los objetivos que nos planteemos.

El lector, con un deje inequívocamente escéptico, pensará que esa metodología, basada en un intermediario, siempre tendrá límites, puesto que depende en cierto modo de la voluntad de las partes, por lo que se hace complejo asegurar el 100% de éxitos.

Yo no hablaría estrictamente de límites, puesto que la garantía de éxito es absoluta. Sí que se establecen ciertas condiciones de acceso a nuestros servicios. Obviamente, el propósito ha de ser noble. En otro caso, el proyecto simplemente no se acepta. Por dos motivos:

  • El primero, es que ya hay mucha gente haciendo ese trabajo, y lo hacen muy bien. Entrar en competencia con los malvados de este mundo es muy poco rentable. Hay demasiados. Y son francamente buenos haciendo su trabajo. No creemos que el mercado demande más profesionales de ese perfil.
  • El segundo, es que es demasiado fácil. Aún en el supuesto caso de que nos pudiera resultar interesante, técnicamente hablando, dicho en términos llanos, no nos podemos lucir mucho. No hay nada más sencillo en este mundo que hacer el mal

Además de la bondad de los propósitos, establecemos la premisa de la factibilidad. No nos dedicamos a intentar alcanzar objetivos imposibles. Es un área en la que también existe mucha competencia. Y no puedes ofertar éxito. Puedes proponer esfuerzo, herramientas, ritos y mucho apoyo moral. Pero éxitos, ninguno. Y en este campo, tenemos la feroz competencia de las sectas, las clínicas de adelgazamiento, el cigarrillo electrónico y las academias de inglés, entre otros.

Tampoco trabajamos mucho en el segmento de los deseos puramente subjetivos, de difícil medición. Por razones egoístas. A ver cómo convencemos al cliente de nuestro éxito, cuando no sabemos si en realidad se ha obtenido. Aquí, la religión es imbatible. Nos propone la vida eterna, el paraíso (o el infierno si te despistas), y enfoca todos nuestros actos vitales hacia la consecución de esos objetivos. Y ante la falta de demostración palpable, puesto que todos los que alcanzan la vida eterna o el paraíso, son incapaces de hacernos llegar una fotito por Instagram (lo que en sí mismo ya pone en tela de juicio aquello del paraíso. Menudo coñazo de paraíso si no puedes poner una foto en las redes sociales para que los colegas se mueran de envidia), nos venden la moto de que lo que cuenta en realidad es el proceso, el conjunto básico de actuaciones que combinadas entre sí durante toda tu vida, te recompensará en la otra vida.

Ya me contaréis cómo se puede competir con ese enfoque. El cliente nunca sabe si alcanza el objetivo (al menos a término de contrato), por lo que no paga ni un chavo. Y la religión tiene un pedazo de estructura terrenal, una red de distribución extraordinaria. En su momento pensamos aprovechar los comercios de chinos para colocar un «corner» con nuestros servicios y competir con las Iglesias. Finalmente lo desechamos. Aún así eran muchas. Y luego está el problema de que los chinos pudieran sacar una versión barata de nuestro servicio 24*365. En fin, que aceptamos con deportividad el monopolio eclesiástico, y nos dedicamos a otros segmentos de mercado.

Nuestro target se encuentra localizado en todas aquellas personas cuyo objetivo en la vida es alcanzar la felicidad. Supongo que vd., amigo lector, pensará que eso es de perogrullo, que todos deseamos ser felices. Lamentablemente, los datos que hemos obtenido a lo largo de estos años de experiencia, no pueden corroborarlo. Detectamos con demasiada frecuencia personas que se encuentran muy comodos en su infelicidad permanente, o se conforman conque el resto de personas sea también infeliz. Somos bastante intolerantes con la felicidad de nuestros semejantes, probablemente porque nos vemos contrastados y retratados.

Y es a aquellos, a los que de verdad quieren ser felices, a los que podemos ayudar. Si me guardáis el secreto, nuestro trabajo es relativamente sencillo de ejecutar. Es en la fase de preparación donde realmente nos ganamos el sueldo. Ahí es donde detectamos realmente lo que quiere el cliente. Su petición puede venir excesivamente camuflada por convencionalismos y fórmulas protocolarias. La represión, la excesiva participación del lóbulo frontal en nuestras manifestaciones, complica extraordinariamente nuestra labor.

Siempre avisamos al cliente de que nosotros no juzgamos sus deseos. Solo pedimos que nos lo manifiesten abiertamente. La táctica a emplear por nuestro intermediario puede variar enormemente en función del deseo real a satisfacer.

Pongamos por ejemplo que existe una disputa familiar al respecto de un legado. Uno de los beneficiarios nos contrata porque tiene el deseo de modificar el reparto de la herencia para quedarse con una joya perteneciente al finado. Siempre nos alegan que existe un «valor sentimental» en el citado objeto. Nuestra primera preocupación es precisar ese concepto etéreo en datos más concretos, más medibles. Por ejemplo, ¿que sería vd. capaz de dar a cambio del objeto? Si la respuesta es «cualquier cosa», le planteamos al cliente la cesión de su vivienda habitual al poseedor de la joya, a cambio de la misma. Como normalmente se niegan en redondo, ya podemos alegar al cliente que no ha sido preciso, que afine un poco más. Finalmente obtenemos una cifra concreta en euros, donde anteriormente teníamos un «valor sentimental» Y aquí empezamos a negociar. La otra parte alega que la pieza tiene «valor sentimental», y colocamos en sus narices la cifra máxima planteada por nuestro cliente, ofertando un trato con caducidad de 2 minutos. Nunca nos ha fallado.

En los asuntos amorosos, solemos permitir que participen nuestros becarios, ya que son sumamente sencillos de resolver. Escuchamos durante unos 20 minutos las extraordinarias cualidades de la persona amada, y en ese momento, nuestros becarios preguntan: «¿Pero vd. quiere ser su prometido o llevársela a la cama?» Por centrar los esfuerzos, básicamente. Tras cinco minutos en los que el cliente se escandaliza, le repetimos la pregunta. Si contesta «hombre, claro que quiero acostarme con él/ella», y no menciona lo del compromiso matrimonial, nos limitamos a crear un entorno de máximo despliegue de medios, gustos personalizados previamente investigados, lujo, exhibición económica, etc. A nuestro cliente le apañamos lo mejor que podemos, en función de sus posibilidades físicas. Le impedimos hablar, claro. Un tipo/a que nos contrata para acostarse con otro/a, le faltan un par de neuronas, fijo. Así que lo mejor es que se quede calladito. Que hable el lujo y el dinero. No falla.

Si insiste en el compromiso, le devolvemos los honorarios en el acto. Acertemos o fallemos, nos va a demandar con seguridad. Y cualquier juez le dará la razón. «Señoría, estos tipos me engañaron: Les pedí un compromiso matrimonial con una persona, y ellos, siendo auténticos expertos en la materia, consintieron y me lo proporcionaron. Así he acabado, en la más triste de las desgracias y la ruina» Un magistrado se pondría de inmediato a su favor. Lógico. Y si apelando a nuestra dilatada experiencia, le alejamos de su amada/o, nos podría denunciar por dejación de funciones. Hay gente que sigue pensando en la bondad del matrimonio, y eso, por muy disparatado que sea, no es ilegal.

La mayor parte de las veces, lo que hacemos es registrar los deseos del cliente, y hacerle ver que ya estamos trabajando en ello. En cambio nos limitamos a seguirle sus pasos, y colocar a alguno de nuestros colaboradores en su vida: compañeros de gimnasia, locos del pilates, camareros estratégicamente situados, libreros, jugadores de padel aparentemente un poco menos diestros pero que rconocen el talento de nuestro cliente para el juego, …Les proporcionamos amigos, personas de confianza, reforzamos sus lazos con ellos. Cuando les pasamos la minuta, algunos se sorprenden, pero nadie nos reclama. A ver dónde iban a encontrar amigos tan profesionales como los nuestros. Preparan un perfil de facebook perfecto, dan «me gusta» a cualquier chiste chorra, no olvidan una efeméride, nos acompañan al médico, quitan importancia a nuestros temores….El amigo perfecto.

Nuestra labor de intermediación, entre nuestros clientes y su felicidad, se basa en la máxima discreción. Pero si los clientes se pudieran relacionar entre sí (lo que está terminantemente prohibido), se asombrarían de comprobar cómo sus máximos anhelos y deseos son muy similares a los de cualquier otro cliente. Amor, lujo, sexo y comprensión, se encuentran a la cabeza de las necesidades reales. Posiblemente por ese orden, o justamente a la inversa. Depende mucho de la posición de la luna, y de la estación del año. En verano nuestros clientes solicitan sexo. En primavera, amor. El invierno es periodo reflexivo, solicitan comprensión. Y en otoño, están de muy mala leche, que solo se les pasa con masaje, sauna y spa.

Sirvan estas líneas para divulgar nuestro trabajo, más una acción social que un negocio, desde luego. Si queréis ser felices, somos el intermediario, el eslabón perdido. El del camino a la felicidad.

No nos hacemos responsables de los resultados.

 

 

 

7 Comments

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  1. Pero ¡qué buen emprendimiento! De seguro será éxito de ventas. ¿Será que alguien ha contratado el servicio para mí? Esto lo consulto porque todos los días voy por la calle y me encuentro con gente amable, graciosa y genial. Y yo que pensaba que era pura sincronía! =)
    Buen relato, me ha causado mucha gracia!

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  2. Antonio, no sé como empezar lo que te quiero decir, pero bueno…me he quedado sin lecturas, ponte a escribir! jaja Saludos estimado.

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