Reflexiones, Sofismas, Falacias

Me pareció profético. Desde la terraza de la cafetería del Paseo Marítimo, registraba en mis pupilas exactamente lo que se ve en la imagen de cabecera. Y mi estado de ánimo, idéntico también. El reflejo de mi vida, distorsionado en las aguas. La perspectiva de futuro, afilándose en el horizonte. Los problemas de mi existencia, simétricamente colocados a ambos lados del recorrido, como mástiles de velero. Estrechos pero rígidos. Esbeltos, pero agresivos. Pacientes, pero prestos a la batalla.

Una sonrisa sardónica asomó en los bordes de la taza del ristretto en el que inútilmente buscaba apoyo, consuelo y compañía. Pensé en aprovechar el pasillo, coger una motora al azar, y surcar las aguas a la deriva. Bien pensado, no iba a resultar una situación tan distinta a la actual. Me vería envuelto en múltiples problemas, exactamente como ahora. Mi existencia bien podría complicarse, exactamente como ahora. No tendría un plan previsto, exactamente como ahora.

Aspectos más prácticos me disuadieron de tan genial idea. ¿Donde encontraría las llaves de la motora? ¿Sabría ponerla en marcha? ¿Me llevaría por delante a todos los yates del puerto, como hacíamos en las ferias con los cochecillos eléctricos? ¿Cómo se reposta combustible en esos bichos?

Cuando encuentras una manera de resolver una situación que no tiene solución, esa mínima subida de catecolaminas da paso inmisericordemente a una tristeza aún mayor que la previa. Simplemente porque si es una situación sin solución, es imposible que la hayas encontrado, y te das cuenta enseguida. Y no solo te vienes abajo, sino que te sientes aún más estúpido.

Y hay algo aún peor. Crees merecerte todo lo que te está ocurriendo, asumiendo la completa responsabilidad de todos y cada uno de los elementos que intervinieron en la sucesión de acontecimientos que llevaron a la catástrofe del presente.

Y no solo eso, sino que el único consuelo que te queda, es precisamente ese, que tú asumes personalmente esa culpa integral, global, universal, completa. Y eso te reconforta en tu interior. Porque piensas que esa asunción de responsabilidades, debe significar algo, debe valer algo, que alguien lo va a tener en cuenta.

En realidad, nadie te valora ese supuesto gesto de nobleza, nadie lo considera un atenuante.Y de todas formas, la situación sigue siendo la misma. Estás plenamente jodido, asumas tu culpa o no lo hagas.

Entonces, ¿cuál es la actitud a adoptar para afrontar la situación? No tengo ni zorra idea. Si la tuviera, no estaría escribiendo estas líneas, sino grabando un video de autoayuda que podría llegar a ser viral. Imagínate. Alguien te dice cómo debes actuar cuando estás en una situación límite, para que la situación deje de ser límite. Pues encontraríamos seguidores en todos los confines del planeta.

Como obviamente no es ese mi caso, voy a pasar a ofreceros mis reflexiones al respecto, en la más absoluta convicción de que no van a poder modificar lo más mínimo el actual sufrimiento.

En lo que se refiere a las culpas. Permitidme que rebaje un poco vuestras expectativas. No sois tan capaces, tan importantes, tan precisos ni tan inteligentes como para poder manejar todos los engranajes de las situaciones que ocurren en vuestras vidas. Lamentablemente incluyo también a las buenas, a las positivas, en el caso de que las hayáis conocido también. Por lo tanto, dejar de asumir la responsabilidad absoluta de las situaciones negativas de vuestras vidas. Ya os gustaría.

En lo que se refiere a las soluciones. Aplicando la teoría anterior, si no sois capaces de haber provocado por vosotros mismos todos los hechos, causas y factores causales que han llevado a tan desastrosa situación, tampoco podréis resolverla. Por tanto, no os martiricéis en exceso buscando una mágica acción que elimine el problema en un sagaz movimiento. Ya os gustaría.

En lo que se refiere al problema en sí mismo. Supongamos que el problema es la situación que afrontamos cuando determinados acontecimientos ocurren o pueden llegar a ocurrir,  pudiendo ocasionarnos distorsiones en nuestra vida. Bien. En ese caso, nos enfrentamos asimismo a una completa teoría en sí misma. Es decir, un problema es una hipótesis de trabajo. Si es una hipótesis, significa que no es un hecho inevitable, sino algo que podría resultar un hecho inevitable, lo que es bastante diferente. Y si es de trabajo, pues deja de intentar desalinear planetas, y ponte a trabajar. Quizá no lo resuelvas, pero que la inspiración te pille trabajando, como decía Dalí.

¿Y qué ocurre en el hipotético caso de que el problema finalmente se manifieste en un hecho inevitable? Pues ocurrirá que la conjunción global de todos los aspectos de tu vida, en el mismo momento de que este hecho inevitable se manifieste, no será exactamente la misma que cuando te planteaste las hipotéticas consecuencias de que el problema pudiese derivar en esa situación tan negativa. Y por tanto, se manifieste o no el problema, es completamente imposible saber cómo va a afectar a tu vida.

En resumen, la mayoría de las situaciones que nosotros identificamos como problemas, son de difícil abordaje por nuestra parte, bien porque no tenemos toda la responsabilidad de que hayan sucedido, bien porque son completamente irresolubles con nuestras naturales capacidades, bien porque cuando se presenten no van a afectarnos exactamente igual que como preveíamos.

Esta cadena de pensamientos me llevó a tomar una decisión instantánea, probablemente por la mayor claridad de ideas que tamaña reflexión me había aportado. Decidí solicitar un segundo ristretto, al que escolté con un suculento croissant de mantequilla. Después de todo, la hipercolesterolemia también es un problema, por lo que he decidido aplicarle la misma reflexión.

10 Comments

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  1. Nada mejor que un rico cruasán luego de una buena reflexión.

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  2. a punto de convertirte un budista…

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